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domingo, 11 de noviembre de 2012

De Usos y Modos... o Modas

Estamos en otoño. Esto no es una novedad, ni una noticia. Simplemente es un hecho. Y otoño, en argot doméstico, significa cambio de temporada y, por tanto, revisión del fondo de armario. Así que, te armas de paciencia y dedicas una tarde entera -si no un día- a revisar, evaluar y reordenar el mismo: chaquetas, jerseys, camisas; pantalones, vestidos, faldas; básicos, accesorios y complementos. Todas las prendas, son inspeccionadas con sumo cuidado: esto me quedo, esto ya ha cumplido su función, esto me encanta, esto no aguanta otra temporada... y así vas evaluando tu vestuario. Inevitablemente, en algún momento del proceso, decides ponerte ese vestidito tan mono que tanto te gustó cuando adquiriste pero que por algunaextrañarazón, ya no te queda igual... Lo miras, lo remiras, pero... no. No te queda tan bien. En un afán de verte con eĺ, como el día que lo estrenaste, valoras  seriamente la posibilidad de dejar el pintxo de mediamañana, doblar las sesiones de spining e incluso, dejar de respirar... pero definitivamente, es cierto: aunque jures-por-tus-muertos que sigues pesando lo mismo que el otoño pasado, tu cuerpo está en constante cambio y le importa tres puñetas si cabes o no en el vestidito de marras. 
Menos mal, que tenemos a los gurús de la moda: los vitoriosyluquinos, los guchi, los dolcheygabana, los luivutón y compañía se han adelantado y en su preocupación permanente, sobre todo por la mitad femenina del mundo, se han devanado los sesos y han dado con la solución: la FAJA. Sí, sí, como lo oyes! La FAJA, esa prenda horrible, antiestética, deprimente y productora de trombos, ha regresado con la intención de convertirse en el must de la lingerie. Efectivamente, está presente en todos los escaparates, y aunque es cierto que ya no es de ese color "carne" y en el siglo XXI se presenta de múltiples colores; lisas o estampadas, con mayor o menor cobertura y/o nivel insalubre de presión, al gusto -o la capacidad de aguante- de la portadora; la promesa de su uso, sigue siendo la misma: reducción de centímetros y la consiguiente disminución -a simple vista, claro-  del volumen de la parte central del cuerpo. 
Para que la cosa llegue a todo el mercado -oh! perdón!!- a todas las mujeres- sin distinción de edad -ni talla-, han contado con la colaboración de rutilantes estrellas de la música o del celuloide que lucen y/o confiesan abiertamente el uso y disfrute?! de semejante prenda opresora, reductora del movimiento y del adecuado flujo sanguíneo. Total, que tenemos a Lady GaGá -que por cierto, cada vez comprendo mejor su nombre- luciendo este engendro del diseño textil,  o a la curvilínea JLó "reconociendo" que se encaja una cada vez que pisa una alfombra roja. 
 Naturalmente, te queda la opción de no dejarte llevar por la tendencia y obviar la asfixiante prenda, pero yo no puedo evitar acordarme de Escarlata O'Hara anclada en el mástil del dosel de su cama mientras la oronda Mamy le apretaba el corsé, o de los "delicados" desvanecimientos que sufrían las damiselas de otra época en cuanto enloquecían al ritmo del frenético vals y que no era otra cosa si no producto -los desmayos- de la insuficiencia respiratoria consecuencia directa de las apreturas de las ballenas que hacían emerger cinturas imposibles. De la misma manera que vienen a la memoria aquellas revolucionarias, mucho más cercanas en el tiempo, de Mayo del 68, que quemaban sus sujetadores como símbolo de libertad: fuera encorsetamientos!!! Y aunque no tengo ninguna intención de ponerme netamente saludable en lo que a modas y modos se refiere, porque de ser así debería renunciar a los tacones, sí te diré que me da la impresión de que en alguna parte se está "diseñando" un estilo de modelo femenino que,  a decir verdad, no me gusta: controlada, empezando por los centímetros que debe ocultar; limitada, desde el propio movimiento físico, y ahogada en sí misma. Queridos gurús de la moda; si mi vestidito encantador ya no me sirve, como dice Mila Ximenez: me-la-bu-fa: cambiaré de talla!. Los norteamericanos que en esto de la imagen saben bastante, dicen que hay que vestir como si ya desempeñaras tu trabajo ideal. En la misma línea,  filosofías como la de "El Secreto", dicen que cuando se desea algo, hay que comportarse, desde el minuto uno, como si ya lo hubieras obtenido. Así que, visto lo visto, yo no quiero retroceder a los años 4o, y mucho menos quiero ser una damisela lánguida y medio-ahogada. Me voy a ordenar mi armario!!!

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