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jueves, 4 de agosto de 2011

vacaciones de verano


Vacaciones: días de desconexión de la habitual rutina, para inventarse otra; viajando y conociendo sitios nuevos, repitiendo destinos que en el pasado te dejaron buen recuerdo, visitando amigos, o quedándote en tu casita pero con otro ritmo.... Estás de vacaciones, así que haces lo que te apetece y punto. Sin más explicaciones.

A mí este año me ha apetecido tirarme al sol -bajo una sombrilla enorme- y descansar. Descansar mucho: hamaca, baño, siesta, playa, paseo. Y ha sido estupendo ..., casi todo el rato. Los que por allí andábamos, un resort fantástico, estábamos todos y todas de vacaciones, es verdad. Por tanto las obligaciones diarias se dejaron en el punto de origen esperando nuestro regreso. Pero hay obligaciones que en algunos casos son inherentes al cargo. Me explico: cuando uno o una ejerce la paternidad/maternidad, lo hace fulltime: que el churumbel coma bien, que no se abra la cabeza, que haga la siesta y la digestión, y ..... seguir con la labor educativa. Claro que hay progenitores que también se relajan en eso-de-educar. Así que te puedes encontrar con que mientras tú dormitas en tu tumbona, la criatura de turno corretea alrededor de la misma y a su paso manda a hacer puñetas tu cocacola fresquita de un balonazo -que por mucho que sea hinchable, no deja de ser un balonazo- mientras que su madre/padre se limita a decirle, como un disco rayado y desde la horizontalidad del tumbing "fulanito no molestes" pero sin mostrar la más mínima intención de desplazarse y mucho menos de ponerse firme con fulanito, -que hace mucho calor, oye!-. Total que llega un momento que no sabes qué es más irritante: si la actitud del pequeñajo, que lógicamente lo que quiere es jugar y que desconoce los límites de su radio de acción, porque no se los han mostrado, o el soniquete ineficaz de la que le ha traído a este mundo -y al resort- que sopretexto de las vacaciones, y en un alarde de generosidad, ha decidido compartir con los demás las gracietas de su retoño. Pero cuidado!!! no se te ocurra llamarle la atención al infante porque ahí sí que estarás arriesgando tu integridad física y la mater amantísima -o el pater- saltarán como un resorte: "quién es usted para decirle a mi niño que no se tire a lo bomba en la piscina." Y el lío, si quieres, está servido.

Naturalmente -y afortunadamente- esto no ocurre siempre, y en la mayoría de las ocasiones, padres y madres, que no nacieron con título, pero que tienen muy claro su rol respecto de sus hijos, se mantienen atentos y van mostrando a sus vástagos las normas básicas de convivencia en sociedad. Pero una vez más pagan justos por pecadores, y la polémica está en la calle desde que ha saltado a la palestra la noticia de que hay restaurantes que no permiten la entrada a menores, para evitar situaciones desagradables para todos. Y así, hay quien habla de discriminación porque no puede ir a comer con los niños a tal o cual sitio. A mí me gusta la idea: es decir, si la otra opción es que tengo que estar preocupada porque el maravilloso plato que he pedido va a estar aderezado de correteos varios, chillidos estridentes, pequeñas manos pegoteadas amenazantes, y chiquilladas, sin que los responsables de los pequeñines hagan nada por reducirlos, entonces, sí; no quiero que entren. O lo que es lo mismo, quiero tener la opción de poder elegir un establecimiento que responda a mis preferencias. Y si mis amigos traen a sus descendientes, que los traigan, pero que se responsabilicen de ellos y todos juntos podremos ir a disfrutar de una agradable reunión alrededor de una mesa, de fin de semana a una casa rural o a la playa. Y es que la cuestión no son los menores. Somos los adultos.














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