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jueves, 30 de noviembre de 2017

Ya están aquí...



 Normalmente procuro ser asertiva con mis manifestaciones, respuestas y de más.
Pero llegadas estas fechastaaaaaaaaaaaaentrañables, mi capacidad de asertividad es directamente proporcional al empacho navideño, y no lo digo sólo por los atracones de comidas-cenas-ágapes y otras versiones del sinsentido del zampar como Carpanta. Y es que no puedo con las, cada vez más largas, navidades. Y no. Mi intolerancia a estetiempodeamor nada tiene que ver ni con la nostalgia, ni con experiencias pasadas -ni negativas, ni positivas-, ni con una posición militante contra el consumismo, ni con ninguna otra zarandaja pseudopicológica-política-social. 
 En absoluto. Simplemente,  no me gustan. No hay animadversión en mis palabras -no las odio, no comparto ADN con el Grinch, ni con la Bruja Avería. Y quien quiera o guste del espectáculo; adelante!. Está en su derecho. Pero yo también estoy en el mío de no sentirme invadida... por el espíritu? navideño. Es sencillo: me turra la decoración navideña, los regalos a troche y moche, el bombardeo de anuncios de juguetes y colonias, los compromisos sociales y familiares -que ya el término lo dice todo- el soniquete de los niños y las niñas de San Ildefonso, Papá Noel, Olentzero, Los Magos de Oriente, los Belenes y los villancicos -bueno, los de Bing Crosby los tolero, pero creo que tiene más que ver con el swing que con las letras- 
Así que, como te decía, pierdo la capacidad de decir NO a esta tormenta perfecta que son estosdíasdepaz. Y es que haga lo que haga, mal!!!. Requetemal!!! Si consigo decir tranquilamente que no voy a cenar, a tomar algo, a comer... y da igual el contexto -familiar o social- no me libro de la sensación de bicho raro, y no me quedo bien. Si simplemente me dejo llevar y, dócilmente acudo a la reunión en cuestión, el cabreo con una misma es mayúsculo porque, una vez más, he pasado por el aro... No quiero estar campana sobre campana, mirando cómo beben los peces en el río mientras me remiendo, o me remendaba o me remendé -nunca he sabido bien qué- yendo a Belén con unos pastores a los que no conozco de nada... yo lo que quiero es que llegue el solsticio de invierno y caminar hacia el sol... soy consciente de que es posible que cuando leas esto -si es que lo lees- pienses que estoy exagerando o que estoy damnificada por algo inconfesable...  Pero también confieso que se desde ahora, que  iré  a las cenas y comidas, por lo menos a algunas. Y se que lo haré con el firme propósito de mostrarme encantadora, de no invocar a los espíritus de las navidades pasadas ni futuras y de no poner piedras en el camino de nadie -hasta lo conseguiré-. 
 Pero también se que me llevará un ratito recomponerme, y que tendré que oír -sin ningún disimulo en el tono de cachondeito "oh, claro, con lo poco que te gustan..." como si les diera lástima por ello. Pues no, no me gusta esta tontuna empalagosa. Un año más, como los poltergeist, YA ESTÁN AQUIIIIIIIII.
 Me voy a oír algo de Bing Crosby o tal vez de Sinatra. O de Mariah Carey...


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